Madrid, 04 jul (efesalud.com). El doctor Jorge Adeva Alfonso, del Hospital 12 de Octubre, aborda en este vídeoblog la “clara evidencia científica” que existe entre el consumo “excesivo” de alcohol en cualquiera de sus formas (licor, cerveza, vino, aguardiente, etc.) y el incremento del riesgo de desarrollar neoplasias o células tumorales malignas.
“Hasta un 5% de los cánceres están relacionados de forma directa con el consumo de alcohol y de cada cien muertes vinculadas a la ingesta obsesiva de estas bebidas, por accidentes de tráfico, trastornos psiquiátricos, etc., el 20% de los fallecimientos se contabilizan en el debe por neoplasias de boca, faringe, laringe o esófago. Cuanto más alcohol se consume, mayor riesgo de cáncer”, expone.
Y este riesgo cancerígeno se multiplica cuando el alcoholismo se une al tabaquismo.
La combinación de copa y puro “es especialmente tóxica, asegura, ya que ambos elementos consiguen un efecto sinérgico: una persona bebedora y fumadora tendrá hasta un 30% más de riesgo de desarrollar neoplasias que una persona que solo consuma alcohol”.
El alcoholismo también es íntimo amigo del cáncer de mama, colon y páncreas, pero donde verdaderamente haces estragos es en el hígado, cuba del hepatocarcinoma.
“La inmensa mayoría de estos tumores se desarrollan en pacientes que ya sufren una hepatopatía avanzada -la popular cirrosis-, y aunque son varios los factores de riesgo de esta patología (hígado graso, hepatitis B o C), el consumo de gran cantidad de alcohol, como en España, llega a ser la primera causa de hígado cirrótico, y por tanto, de hepatocarcinoma”, advierte.
Para el oncólogo Jorge Adeva, que investiga el cáncer en el tracto digestivo, tumores de la piel y del sistema musculoesquelético, además de colaborar en el desarrollo de nuevos fármacos anticancerígenos, no hay duda en que “el alcohol genera cáncer”.
¿Pero cómo?… La primera causa se ilustraría de forma física: el contacto entre los compuestos químicos de la bebida y la superficie de las mucosas de la cavidad bucal, la faringe y las diferentes partes del sistema digestivo.
“El alcohol obliga a las células con las que entra en contacto a regenerarse constantemente, lo que puede conllevar a mutaciones celulares”, aunque no todos los bebedores presentan el mismo riesgo si atendemos a su origen genético.
Además, genera atrofia de las glándulas salivales. Estos pacientes producen menos saliva y la que se genera es más espesa, permitiendo que otros agentes carcinógenos, como el tabaco, se queden acantonados durante más tiempo en la boca.
La segunda causa se encontraría en el órgano responsable del metabolismo alcohólico, el propio hígado, clave en el proceso de carcinogénesis.
“Y es que la mayor parte del alcohol no se almacena sino que se oxida en el hígado, creando así un compuesto orgánico muy tóxico llamado aldehído, que además de alterar la flora de la boca y el intestino -formada en su mayor parte por bacterias-, provoca la destrucción del DNA al formar puentes o aductos -unión de moléculas- entre células”, razona.
Pero la desestabilización orgánica del individuo por la ingesta masiva de alcohol no se queda ahí. La estimulación persistente de estas rutas microscópicas produce inducción enzimática.
“Por así decirlo, la maquinaria del hígado funciona a mayor ritmo del necesario; aumentan los RLO -radicales libres de oxígeno- que dañan el DNA e interfieren en otras vías clave de las células sanas para la reparación del referido DNA, la activación de los llamados oncogenes y la inhibición de los genes supresores de tumores”, aclara.
Todo este cóctel “favorece” que una célula sana se convierta en una célula tumoral.
¿Y qué cantidad de alcohol se puede beber?… “se recomienda evitar el consumo, aunque las guías establecen un máximo de dos consumiciones al día para los hombres (40 gramos de alcohol) y una sola consumición para las mujeres debido a su complexión y a que lo metabolizan más lentamente”, dice.
Algunos estudios demuestran que el consumo moderado de alcohol, el vino en particular, se asocia a un efecto protector del sistema cardiovascular, pero el doctor Adeva prefiere despejar ambigüedades con respecto a los detonantes cancerígenos.
“El alcohol no te protege del cáncer -afirma- y por tanto no podemos aconsejar a una persona abstemia que beba para prevenir enfermedades cardiovasculares. Es mejor que haga ejercicio físico, que coma menos grasas saturadas y que abandone el tabaco. Ayudar al corazón no es sinónimo de activar neoplasias”.
Para el oncólogo, y como conclusión, “lo ideal para protegernos del cáncer es no beber alcohol; y si bebemos, que sea de forma moderada y jamás en compañía de un cigarrillo”.
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